lunes, diciembre 10, 2007

Cabalgando en su Compañía

Jacinto cabalga solo por el sendero, mismo que su padre le había enseñado años atrás, aunque “aquella vez las estrellas brillaban mas” pensaba el, efectivamente, aquella otra vez sus caballos avanzaban con trote alegre, ahora caminaba a rienda floja y sin dirección fija, Jacinto se encuentra tan absorto en sus pensamientos que ni siquiera las hojas que tocan su rostro a medida que el caballo se acerca a los arbustos, lo hacen volver en si.

¿Amigo?— escucha a su izquierda — la botella y los viajes no van de la mano.

Jacinto despierta, se sonroja un poco, se siente algo estúpido al encontrarse soñando sobre su caballo, encuentra la fuente, un hombre alto, algo pálido, de cabellos muy oscuros y ojos aun mas siniestros, sin embargo con una cálida sonrisa, “de buen mozo hubiera dicho mi padre”...

Vaya, y si va a tomar comparta la botella, el alcohol es demasiado para uno, y los amigos nunca sobran — dice nuevamente el antagonista manteniendo su sonrisa.

Ni la botella ni los amigos han estado conmigo en mucho tiempo mi buen hombre — responde áspero y recomponiéndose Jacinto, tomando las riendas de su caballo, y remontándolo al centro del camino, el extraño acerca su caballo y cabalgan un rato juntos.

Un hombre sin botella es un gran hombre... un hombre sin amigos no es un hombre — dice después de un rato el compañero con tono de ironía y esa voz burlona que Jacinto comienza a percibir como”fastidiosa” — por otra parte no son los amigos los que van con uno, sino uno el que los lleva dentro — tallando con su mano derecha su barba mientras reflexiona de una manera “engreída” piensa el nuevamente ya algo cansado de la platica.

Y los pensamientos también es bueno llevarlos adentro en veces — contesta el a medida que golpea suavemente a su caballo y acelera el paso.

Cierto, cierto mi amigo, pero seria muy envidioso de mi parte no prestar ayuda a quien requiere consejo — dice una vez mas con su sonrisa el extraño compañero.

Yo no he pedido ayuda — contesta cortante Jacinto...
Lo se, por eso se que la necesita, mi buen hombre — ante el enojo de Jacinto
Usted no sabe nada de mi Señor — dice una vez mas Jacinto, aun mas cortante.
Tal ves tengas razón Jacinto, pero dicen por ahí que buscas la muerte — dice su antagonista dejando atónito a Jacinto, quien algo intrigado observa a su compañero que esta vez no le dirige la mirada y sigue de largo dejándole atrás.

Yo no busco la muerte, busco a la muerte, se ha equivocado y deseo reclamarle. — dice Jacinto mientras sigue caminando, aun detrás de su compañero.

Así que usted considera que la muerte es incompetente — mientras disminuye el paso para ponerse una vez mas a la par de Jacinto.

Mi padre no debió morir aquella noche, fue mi culpa, el tenia todo el mundo y yo solo lo tenia a el, si a alguien debió llevarse, fue a mi.
Oh, entonces no solo es incompetente, sino también estúpida — interrumpe nuevamente el hombre con un tono de burla, “meloso” piensa el, y acelera su paso una vez mas aburrido de la charla.

Ya le he dicho, usted no me conoce señor.

Cierto, y aunque eres su viva imagen, no puedes ser mas distinto a tu padre, ingenuo y engreído — dice el acompañante una vez mas acelerando el paso, esta vez en un tono sombrío y sin su amistosa sonrisa mientras Jacinto sostiene una mirada de fuego sobre el — el ardería en aquel incendio otras cien veces mas con tal de sacar a su hijo nuevamente, valiente, pero irónicamente encuentro estúpida la acción — continua ante la incredulidad de Jacinto — si el resultado es hacer de un retoño que lo tiene todo en el mundo, un pobre diablo que pasa de largo sin hacer mas que existir, los amigos le aclaman, y el dice no tenerlos y sin embargo tu padre habría azotado a la muerte, de haber pasado las cosas como tu pretendes.

Usted no entiende — dice Jacinto encolerizado y aumentando el paso.

Tiene razón, joven, yo no entiendo porque esta tan enojado con la muerte, usted esta vivo y sin embargo se esfuerza por no vivir, he visto muertos mas alegres — animando un poco el tono severo que manejaba, pero aún serio — si yo fuera usted, estaría muy enojado, pero conmigo — Jacinto gira violentamente su caballo y se planta frente al hombre, obligándolo a detener el suyo.

El llevarse a mi padre derrumbo el mundo en el que he vivido, mi madre se hundió en el alcohol, mis amigos y el pueblo no le velan, en lugar de eso celebran reuniones y bailes cometiendo el atrevimiento de invitarme, la muerte me ha robado la felicidad.

Ambos hombres cruzan por unos segundos la mirada, una mirada inexpresiva de aquella cara tan amigable choca con la fulmínate mirada encolerizada de Jacinto, finalmente el hombre tira la rienda y haciendo a un lado su caballo, pasa por un costado de Jacinto murmurando “Si alguien ha robado su felicidad, fue usted mismo”, siguiendo de largo y dejándole aún mas enojado mientras lo ve cabalgando pro la espalda.

Su madre recurre a la desesperada situación de vivir sedada debido a que perdió a los dos hombres mas importantes en su vida aquella noche y sus amigos no lo velan, porque usted no esta muerto, usted no ha hecho mas que buscar a la muerte para reclamarle, ¿acaso, se ha dado el tiempo para llorar a su padre?.

Jacinto sintió la rabia por dentro, pero un sentimiento fue superior, que nació en su estomago y le cerro completamente la garganta mientras subió se pobló en sus pensamientos y dio fruto a dos pequeños diamantes que rodaron por su mejilla, la rabia se volvió entonces indignación: lo que aquel hombre decía no era mentira.

Su padre fue un gran hombre y murió como un gigante, eso no lo veo seguido y créame cuando le digo que yo si tengo voz en ese asunto, sus amigos no lo quieren muerto, lo quieren vivo, al igual que su madre, quien se ha rendido, no sea pues usted un egoísta y vaya a terminar la decisión que tomó su padre ese día al decir que usted aún tiene cosas que hacer en esta vida.

Jacinto soltó nuevamente las riendas de su caballo y bajo la vista, se seco las lagrimas y tiró fuerte la rienda para cambiar la dirección, emprendía camino de regreso después de tanto divagar.

Jacinto — oyó detrás suyo, donde encontró a aquel hombre y su caballo mirándole nuevamente — ¿si usted se encontrará con la muerte, que le diría?

El quedó un rato en silencio, por alguna razón volvió su mente a su padre, esbozo una sonrisa y dijo — que tiene sonrisa de buen mozo.

El hombre sonrió y nuevamente dio vuelta a su caballo, para retomar la dirección que llevaba, alejándose de Jacinto mientras el aire envolvió sus palabras “si su padre fue un gigante, usted no se queda atrás, valdrá la pena ver como te iras amigo, valdrá la pena esperar, pero mientras llegue esa cita, sigue viviendo.”


José Alcala
Tonali 2007

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